El Mundial del 2022 se jugará en Qatar

Casi en simultáneo con la designación de Rusia como sede del Mundial 2018, la FIFA dio a conocer que Qatar será el encargado de albergar al torneo más importante del mundo en materia de fútbol y, conjuntamente con los Juegos Olímpicos, uno de los dos eventos deportivos que más atención concita en el público.

Ante la inhabilitación de las candidaturas no europeas para el 2018, los aspirantes debieron conformarse con el 2022. En la puja habían cinco candidatos: Australia, Corea del Sur, Japón, Estados Unidos y Qatar.

Australia apostaba a que la FIFA tuviera en cuenta a Oceanía, único continente que nunca ha tenido un Mundial de fútbol, luego de que África lograra albergar el torneo este año. La candidatura era una de las más lógicas, y en principio contaba con el apoyo de varios referentes.

Corea del Sur y Japón decidieron separarse. Veinte años después del primer campeonato mundial jugado en Asia, las dos potencias pensaron que era tiempo de dividir los caminos. Ambos contaban con los escenarios del 2002, y apostaron fuerte a la tecnología, tanto que la candidatura de Japón se presentó con una impresionante exposición de hologramas. Si uno de los dos lograba la sede, se hubiera convertido en el país que organizó dos Mundiales con menor tiempo entre ambas ediciones (sólo México y Alemania lograron repetir, el primero con 26 años de diferencia y el segundo con 32).

Estados Unidos era para muchos el máximo candidato a hacerse del Mundial. Con una infraestructura impresionante, era la única de las sedes que tenía todos los estadios ya construidos. Se prometía un promedio de 70.000 espectadores por juego, la máxima en la historia de la Copa del Mundo. Los temores fundados de que el país norteamericano no podía albergar el torneo de 1994 por falta de tradición futbolera, hoy en día no tenían tanta cabida, y Obama parecía tener revancha luego de la desazón por la elección de los Juegos Olímpicos de 2016, cuando Chicago no pudo con Río de Janeiro.

Qatar, en tanto, ni siquiera logró conseguir la aprobación del Comité Olímpico Internacional para aquella designación. Con una superficie de poco más de once mil kilómetros cuadrados, los "petrodólares" eran el máximo aliciente de la FIFA para realizar el torneo por primera vez en terreno árabe. Blatter estimaba especialmente esta idea, para que la organización rectora del fútbol mundial pudiera ingresar en el mundo musulmán, expandiendo la Copa del Mundo a los países limítrofes.

La elección fue mucho más reñida que la del 2018, al punto que necesitó llegar a la cuarta etapa con sólo dos competidores. En la primera fase, Qatar se impuso cómodamente con 11 votos, contra 4 de Corea del Sur, 3 de Estados Unidos y Japón, y 1 de Australia, que fue eliminada. En la segunda el país arábigo cosechó un voto menos, mientras que Corea y Estados Unidos consiguieron 5, y Japón solo 2. Ya en la tercera, Qatar recuperó el voto que había conseguido en el inicio, y Estados Unidos acaparó el otro voto que antes había correspondido a Japón, para llegar a la definición mano a mano. Allí, Qatar consiguió la mayoría absoluta y sus 14 votos fueron demasiado para los 8 del país de las barras y estrellas, y de esta manera se convierte en el primer país árabe en tener en sus tierras una Copa del Mundo de la FIFA.

Si hablábamos de que Rusia tiene problemas, Qatar los tiene aún más. El reinante calor hace que las temperaturas lleguen a los 50 grados, la falta de una selección local fuerte, la construcción de casi la totalidad de los estadios, la región que ha tenido reiteradas amenazas de grupos extremistas a la FIFA. Todo excepto el dinero parece ser dificultad para el país de la bandera extraña. Pero precisamente este último factor puede ser decisivo para que este exótico Mundial pueda sorprender a propios y extraños.